domingo, 23 de octubre de 2011

DISCÍPULOS MISIONEROS AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN.

                                  
Los obispos de América Latina se reúnen en Aparecida, Brasil, para celebrar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe. Lo que se quiere lograr es seguir  impulsando la acción evangelizadora de la Iglesia, la cual está llamada a hacer de todos sus miembros discípulos y misioneros de Cristo, para que todos tengamos vida en él, que es verdad, camino y vida. Es necesario también que tengamos presente encomendarnos  a la protección, amparo  y manto de la Santísima Virgen María, para que así todas las obras sean de buen provecho para nosotros mismos y para los demás participantes de esta conferencia de suma importancia, para este pueblo Latinoamericano que ha mantenido una fiel tradición católica, y que se ha mantenido en la presencia salvadora y santificadora del Señor. Los asistentes a dicha conferencia quedaron muy agradecidos y satisfechos con la participación, atención y disposición de pueblo Latino frente a al catolicismo y respuesta del cristianismo y amor de Dios presente en estas personas.

La manifestación más plena del amor de Dios para con sus hijos, fue habernos dado a su Único Hijo, “Para que nacido bajo el seno de una Virgen y muerto en la cruz por nuestros pecados, resucitara de la muerte, y junto con ella también resucitaran nuestras esperanzas de vida y alentaran la misma con deseo ardiente de ser fieles discípulos y misioneros en nombre de Jesús, como lo pide y nos lo muestra reiteradamente el evangelio.”[1]  A pesar de que la evangelización llegó a nuestras tierras con el firme deseo de inculcar la presencia de Dios en la vida de los que antiguamente habitaban aquí, se presentaron algunas dificultades, ya que se hubo un desigual encuentro de culturas que no permitió una facilidad en contrastar  y nivelar su religión con la de los nuevos pobladores, se podría decir también, que fue un tiempo aún más dificultoso, porque la Iglesia también sufrió persecuciones que le impedían de algún modo continuar con sus tarea; sin embargo lo más decisivo en esta Iglesia terrenal es la acción santa del Señor, y gracias a eso es que este pueblo aún cree y seguirá creyendo en las manifestaciones religiosas que se nos presentan a diario por parte de Dios.
La V Conferencia, quiere seguir dando continuidad a las anteriores que ya se habían presentado, y a la vez recapitula el camino de la fidelidad, renovación y evangelización de la iglesia latinoamericana al servicio de sus pueblos. El don de la tradición católica en este continente, es el fundamento y cimiento que le imprime identidad, originalidad y  unidad a toda América Latina, haciendo de este continente un paradigma para los demás pueblos que siguen a Cristo de una manera mediocre y que no le encuentran un buen sentido a sus vidas y algo valioso por lo que les valga la pena luchar. Fundamentalmente la Iglesia no trata de replegar frente a quienes ven la tradición católica como una amenaza, donde sólo ven confusión,  peligros e ideologismos vagos y sin sentido alguno, por el contrario trata de confirmar, renovar  y darle más vida al evangelio, que suscite en los nuevos hombres y mujeres del presente un deseo ardiente y firme de defender la tradición y religión católica como lo habrían hecho los mártires de ayer, para que así den vida mediante la luz de Jesús y la fuerza de su Espíritu. No tenemos otra dicha y prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en la Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido y amado, adorado, anunciado y comunicado a todos. “Que esta conferencia sirva pues para conocer a Jesucristo, trasmitir este tesoro a los demás que él nos ha confiado y seguir cultivando la tradición y amor a Dios en este continente que cree fielmente en su palabra y en sus designios amorosos de Padre celestial.”
Todo cristiano creyente en la acción evangelizadora de la Iglesia, está llamado a ser un discípulo y misionero en nombre de Jesús, por medio de su palabra que es santa y verdadera y con la cual nos podemos comunicar con él y entrar en su presencia, para así cumplir el mandamiento e invitación que se nos es dada en el momento en el que el agua bautismal nos toca en nombre de la santísima trinidad, alcanzar la santidad.
Nuestra alegría de ser misioneros se basa en el firme deseo de dejarnos guiar y recibir en nuestros corazones el amor ferviente y filial que tiene el Padre para con nosotros, a no dejarnos desesperar por las tragedias, que tal vez, puedan ocurrir en el mundo actual, sino hacer de ellas unos peldaños o escalones cada vez más resistentes, que nos puedan servir en otro momento dado para la edificación de una mejor cultura católica dentro de la actualidad, mostrando así a los evangelizados que nuestra fe es consciente y firme en lo que proclama y lleva a las demás naciones del mundo. Conocer a Cristo por medio de la fe para llegar a la verdad,  es lo que se nos pide encarecidamente para ser sólidos en la vocación que se nos ha encomendado de ser verdaderos misioneros en nombre de él.
Para ser unos buenos misioneros en Cristo, debemos formarnos ante todo como unas buenas personas, unos buenos cristianos y buenos creyentes; debemos ser conducidos por la fuerza del Espíritu Santo que nos acompaña e ilumina a seguir dando lo mejor de cada uno. Debemos creer fielmente en la palabra de Señor, ya que se nos ha dado con sabiduría y verdad plena, y son representadas en nosotros por la bondad  que se nos es brindada por sus milagros visibles e invisibles, que nos ha hecho resurgir a una vida nueva y nos ha sacado de las tinieblas para que a la luz del evangelio nos edifiquemos e iluminemos con esa misma luz a las personas que lo necesiten para creer más en la palabra y misericordia de Dios.
Partiendo de este principio como base, nos atreveríamos a afianzar toda clase de bendiciones y acciones de gracias dirigidas al Señor por habernos escogido ser discípulos y misioneros suyos, pidiéndole de igual manera que como él mismo nos ha elegido, nos ponga, en frente nuestro, signos y señales que nos faciliten la evangelización a los pueblos, y que como a ejemplo de María, no tengamos miedo a decir “Si” y a dejar que el poderoso por medio de su santo espíritu actué y haga de nosotros la mejor prenda para que alcancemos la salvación y la podamos transmitir y hacer alcanzar a los demás hermanos que están necesitados y sedientos de la luz del evangelio y de Cristo.
Al descubrir el amor paterno que tiene Dios para con nosotros, nos podemos afianzar  y más concretamente, arriesgarnos  a la tarea que se nos es dada de anunciar el amor de Cristo y su bellísima palabra que contiene la fórmula para alcanzar la salvación; “de igual manera, el misionero debe ser una persona entregada totalmente al cuidado de sus hermanos más necesitados, cumpliendo así el mandato que se le ha dado a la Iglesia: Está al servicio de todos los seres humanos, hijos e hijas de Dios.” [2].

El misionero frente a la realidad que se le presenta en la situación mundana, debe ser consciente de los problemas que le resultan y se le presentan dentro de su proceso formativo, para adquirir de ellos mayor y suficiente  experiencia, como para enfrentarse a lo que el mundo quiere y espera de él: “actualmente el mundo se enfrenta  al fenómeno de la globalización, No se puede negar que el predomino  de esta tendencia no  elimina la posibilidad de formar pequeñas y medianas empresas, que se asocian al dinamismo exportador de la economía, le prestan servicios colaterales o bien aprovechan nichos específicos de mercado interno” [3], y ante esta realidad el discípulo misionero debe encarar con responsabilidad y disponibilidad, un tipo de afrenta ante la globalización que quiere, en un aspecto socio-político: unificarnos a todos en una especie de un solo ser, pero que a la vez nos quiere ir separando como si fuésemos independientes y capaces de vivir solos sin necesitar al otro, pero esencialmente, la Conferencia en nombre de los discípulos misioneros, quiere que esta globalización esté marcada por la solidaridad, la justicia y por el respeto a los derechos humanos, “y que éste no se convierta solo en un continente de la esperanza, sino también en el continente del amor propio y a los demás.” [4]
Luego de haber trazado estos caminos y haber alcanzado estas metas propuestas, el misionero debe hacer una comunión dentro de la iglesia, consagrándose fielmente a ella y siguiendo uno a uno los estamentos y estatutos que ella le pide cumpla encarecidamente con ánimo, responsabilidad y fuerte vocación, para encaminar un sendero que lo conduzca hacia la santidad. “La Iglesia como “comunidad de amor”, está llamada a reflejar la gloria del amor de Dios que, es comunión, y así atraer a las personas y a los pueblos hacia Cristo.”[5] Éste es un ejercicio de unidad y fraternidad, en la que debemos vivir no solo, los fieles, sino también los misioneros discipulares en nombre de la Santa Madre Iglesia, para llegar a ser a la meta de su gran cometido: llevar a Cristo a todas las naciones del mundo para su evangelización.
El itinerario formativo de los discípulos misioneros debe estar  asentado por una “Espiritualidad trinitaria del encuentro con Jesucristo, una autentica y sólida vida misionera debe estar asentada sobre el fundamento de la Trinidad–Amor. La experiencia de un Dios uno y trino, que es unidad y comunión inseparable, nos permite superar el egoísmo para encontrarnos plenamente en el servicio a otro. La experiencia bautismal es el punto de inicio de toda espiritualidad cristiana que se funda en la Trinidad”.[6]  Ya partiendo de la realidad de ser bautizados en nombre de Dios, pasamos a ser sus hijos muy amados y a tener un encuentro personal con Jesucristo. A él, lo podemos encontrar de diversas y efectivas maneras, que nos ayuden a acercarnos por medio de él al Padre celestial. “La naturaleza misma del cristianismo consiste, por lo tanto en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo”[7],  pero esta no es la única manera de encontrar a Cristo y hacerlo presente en nuestras vidas: la eucaristía, las Sagradas Escrituras por medio de la Lectio Divina, en la Sagrada Liturgia, e Sacramento de la Reconciliación, la Oración personal y comunitaria y la vivencia de la Fe y el amor fraterno; animados pues por la confianza e ilusión puesta en Dios, es que nos identificamos con aquel Cristo sufriente y doliente, pero a la vez triunfante a la muerte y nos ha hecho participes de su vida inmortal, cada vez que para nosotros parte el pan.
No dejando de lado a la acción del espíritu santo, no podemos dejar pasar de largo a una mujer en especial, una mujer sencilla, amorosa y criatura sencillísima del Señor, quien la ha escogido para ser la madre de nuestro señor, su nombre es María. La virgen María fue la primera discípula y misionera, “con ella providencialmente unida a la plenitud de los tiempos, llega al cumplimiento la esperanza de los pobres y el deseo de salvación. La virgen María tuvo una gran misión en la historia de la salvación, concibiendo, educando y acompañando a su hijo hasta su sacrificio definitivo”[8]. La virgen María es la gran misionera, continuadora de la obra redentora dela salvación de su hijo Jesucristo que inicio en la cruz y su resurrección, y que hoy en día se expanden hasta nuestros tiempos; y no solo constatamos que Mará ha sido la mujer más reconocida en cuanto al seguimiento del Señor, con gozo también podemos alegrarnos de que ha entrado fuertemente en nuestros pueblos bajo diferentes advocaciones, que alimentan cada vez más la fe Católica del pueblo Latinoamericano, en Ella este pueblo, ha encontrado la inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús. Es tanto el amor y profunda devoción que sienten hacia la Virgen María, que la sienten cerca como su Madre y su Hermana, y aquella mujer en la que pueden depositar toda su confianza y amor. Ella nos acerca con el misterio de Jesús y nos hace partícipes vivos de los acontecimientos y experiencias misioneras y discipulares afrontadas por ella y por su hijo, en el momento en que empieza nuestra historia de salvación en la antigüedad. “Esta familiaridad con el misterio de Jesús es facilitada por el rezo de Santo Rosario”[9].
María nos asegura que nunca nos desamparará, si nos acordamos de ella y si somos humildes, decididos, valientes y arriesgados al servicio, atención y entrega,
como lo hizo ella en el momento de dar el definitivo “Si” a aquel ángel que le dio la noticia que cambiaría nuestra fe y nos mostraría el camino de la verdad y la vida. “Ella con los ojos puestos en nosotros, sus hijos, crea comunión y educa a un estilo de vida compartida y solidaria en fraternidad, en atención y acogida del otro, especialmente si es pobre o necesitado” [10]
 Sin los apóstoles, no hubiese sido necesario la acción santificadora del Espíritu Santo, la intercesión de la siempre Virgen María o incluso la inmolación de Cristo en la cruz; por eso es necesaria participación de los apóstoles que ya se han encontrado con Jesucristo, y que dan un testimonio vivo y vigente delo que han vivido y han tratado de buscar al lado de su Maestro. En la Iglesia es necesaria la participación de éstos, para transmitir la Buena Nueva de la salvación, a ejemplo de los doce, debemos ser constantes, valientes y perseverantes si queremos alcanzar y tener un encuentro personal y fructífero con Cristo, que nos alcance una alegría inmediata que nos comunique con la pasión de su amor, con lo más central de su redención y nos haga partícipes de su comunión con el Padre en la eternidad. Es indispensable, pues, llevar el sello de la marca que nos identifique como verdaderos misioneros y discípulos en el nombre del Señor, para recorrer sus caminos y hacer que otros trasciendan y tiendan a imitar sus virtudes, al igual que nosotros,  para mostrárselos a ellos también que los hemos recorrido.
Todo esto torna alrededor de un proceso edificante y formativo que desarrollará en los discípulos un ambiente de obediencia, respeto y familiaridad por el misterio de Cristo que van a predicar a las nuevas generaciones. Este “Itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos por su nombre, y éstos lo siguen porque reconocen su voz”[11]. Dicho proceso tendrá que compenetrar y estar socializado con aspectos claves para un buen desenvolvimiento en el área pastoral: Encuentro con Jesús. Conversión, Discipulado, Comunión, Misión. Estos diversos aspectos estarán  acordes y funcionales para que así el discípulo alcance una formación contemplativa a la realidad de la mirada y acompañamiento discipular, conjuntamente con una dirección en la espiritualidad de la acción misionera.
Por eso con un tono evangélico y pastoral, Aparecida invita a ser verdaderos discípulos y misioneros en nombre de ÉL, llevándonos  las naves y haciéndonos echar las redes mar adentro, desea comunicarnos el amor del Padre que está en el cielo y la alegría de ser cristianos a todos los bautizados y bautizadas, para que proclamemos con audacia a Jesucristo al servicio de una vida en plenitud para nuestros pueblos. Con las palabras de los discípulos de Emaús, Aparecida, a modo de exhortación e invitación para todos los cristianos, concluye con una oración dirigida a Jesucristo: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado” (Lc. 24,29).
Con estos ánimos y ganas de evangelizar, dispongámonos pues a continuar ésta obra salvífica del Redentor en la tierra, de llevar la verdadera palabra que él,  como nos lo dice las Sagradas Escrituras: Es el “Camino la verdad y la vida” (Jn. 14, 6), solo Él nos podrá conducir al Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo, y podrá hacer de nosotros los restauradores de su viña durante nuestra corta, pero a la vez fructífera estadía por el mundo terreno.


[1]  Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 29.
[2] Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 32.
[3] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 63.
[4] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral.64.
[5] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 159.
[6] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral.  240.
[7] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral.  244.
[8] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 267.
[9] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 271.
[10] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 272.
[11] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 277.
Cristian Camilo Silva Londoño.

(Ésta es una ayuda para aquellos que quieran saber acerca de la V Conferencia  Episcopal Latinoamericana en Aparecida-Brasil. De igual manera no dejo de recomendar a lectura completa del texto).